lunes, 13 de junio de 2011

El Periódico

Romance de la condesita:

Vamos a escribir un periódico a partir del argumento y material que nos ofrece este romance:
  1.  Recordamos qué estructura tiene un periódico: En esta página tenemos algunos de los más conocidos. Nos dividimos en grupos y anotamos las secciones que tiene un periódico.
  2. Recordamos qué generos periodísticos hay. Recordamos las modalidades del discurso que requiere cada uno de los géneros.
  3. Repartimos el trabajo por grupos: Cada uno llevará una sección del periódico y escribirá sus contenidos tomando como base el romance.
Romance:


Grandes guerras se publican 

en la tierra y en el mar, 

y al conde Flores le nombran 

por capitán general. 

Lloraba la condesita, 

no se puede consolar; 

acaban de ser casados, 

y se tienen que apartar: 

—¿Cuántos días, cuántos meses, 

piensas estar por allá? 

—Deja los meses, condesa, 

por años debes contar; 

si a los tres años no vuelvo, 

viuda te puedes llamar. 

Pasan los tres y los cuatro, 

nuevas del conde no hay; 

ojos de la condesita 

no cesaban de llorar.

Un día estando a la mesa, 

su padre le empieza a hablar: 

—Cartas del conde no llegan, 

nueva vida tomarás; 

condes y duques te piden, 

te debes, hija, casar. 

—Carta en mi corazón tengo 

que don Flores vivo está. 

No lo quiera Dios del cielo 

que yo me vuelva a casar. 

Dame licencia, mi padre, 

para ir el Conde a buscar. 

—La licencia tienes, hija, 

mi bendición además. 



Se retiró a su aposento 

llora que te llorarás; 

se quitó medias de seda, 

de lana las fue a calzar; 

dejó zapatos de raso, 

los puso de cordobán; 

un brial de seda verde, 

que valía una ciudad, 

y encima del brial puso 

un hábito de sayal; 

esportilla de romera 

sobre el hombro se echó atrás;

cogió el bordón en la mano, 

y se fue a peregrinar.



Anduvo siete reinados,

morería y cristiandad;

anduvo por mar y tierra,

no pudo al conde encontrar;

que ya no puede andar más.

Subió a un puerto, miró al valle,

un castillo vio asomar:

—Si aquel castillo es de moros,

allí me cautivarán;

mas si es de buenos cristianos,

ellos me han de remediar.

Y bajando unos pinares,

gran vacada fue a encontrar:

—Vaquerito, vaquerito,

te quería preguntar

¿de quién llevas tantas vacas

todas de un hierro y señal?

—Del conde Flores, romera,

que en aquel castillo está.

—Vaquerito, vaquerito,

más te quiero preguntar

del conde Flores tu amo,

¿cómo vive por acá?

—De la guerra llegó rico;

mañana se va a casar,

ya están muertas las gallinas

y están amasando el pan,

muchas gentes convidadas, 

de lejos llegando van.

—Vaquerito, vaquerito,

por la Santa Trinidad,

por el camino más corto

me has de encaminar allá.



Jornada de todo un día,

en medio la hubo de andar;

llegada frente al castillo,

con don Flores fue a encontrar,

y arriba vio estar la novia

en un alto ventanal.



—Dame limosna, buen conde,

por Dios y su caridad.

—¡Oh, qué ojos de romera

en mi vida lo vi tal!

—Sí los habrás visto, conde,

si en Sevilla estado has.

—La romera ¿es de Sevilla?

¿Qué se cuenta por allá?

—Del conde Flores, señor,

poco bien y mucho mal.

Echó la mano al bolsillo,

un real de plata la da.

—Para tan grande señor,

poca limosna es un real.

—Pues pida la romerica,

que lo que pida tendrá.

—Yo pido ese anillo de oro

que en tu dedo chico está.

Abrióse de arriba abajo

el hábito de sayal:

—¿No me conoces, buen conde?

Mira si conocerás

el brial de seda verde

que me diste al desposar.

Al mirarla en aquel traje

cayóse el conde hacia atrás.

Ni con agua ni con vino

no lo pueden recordar,

si no con palabras dulces

que la romera le da.

La novia bajó llorando

al ver al conde mortal;

y abrazado a la romera

se lo ha venido a encontrar.

—Malas mañas sacas, conde,

no las podrás olvidar;

que en viendo una buena moza,

luego la vas a abrazar.

Mal haya, la romerica

quién te trajo para acá.

—No la maldiga ninguno

que es mi mujer natural.

Con ella vuelvo a mi tierra;

adiós, señores, quedad;

quédese con Dios la novia,

vestidica y sin casar

que los amores primeros

son muy malos de olvidar.


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